La prevención de la violencia y el abuso, a través de la escucha.

Este año 2018 nos hemos ido enterando de hechos de abuso y violencia hacia niños y niñas, que han impactado a la mayor parte de la sociedad. A partir del enojo y de las otras tantas emociones que puede producir el saber que, por ejemplo, un adulto violó analmente a una niña de menos de 2 años de edad, surgen campañas que llaman a volver a establecer la muerte como pena para este tipo de situaciones, que a ojos de la mayoría del mundo son aberrantes y dejan sin explicación alguna.

Junto con ello, comienzan a surgir las preguntas ¿Cómo es que nadie se dio cuenta? ¿Qué pasó que nadie vio alguna señal antes e hizo algo por esa niña? ¿Qué pasó con la gente que trabajaba en el Centro de Salud donde se atendía Sophie que no lograron tomar alguna medida antes de que terminara sin vida en manos de sus cuidadores? Todos comenzamos a pensar qué es lo que faltó por hacer antes de que las cosas terminaran de ese modo; la mayoría de las responsabilidades terminan recayendo sobre los directamente involucrados, la familia que rodeaba al núcleo, las instituciones y profesionales…y pareciera que nadie más tiene responsabilidad, siempre son los otros los que debieron hacer algo, el cuestionamiento o la reflexión nunca recae sobre nosotros mismos, la sociedad.

Trabajo en un programa público piloto que acompaña a bebés, niños y niñas de 0 a 9 años junto a sus cuidadores, a través del juego, la conversación y el descanso, en el periodo de crianza. Cuando me preguntan ¿y bueno, qué es lo que haces ahí?, yo digo “acompaño a los bebés, niños, niñas y sus cuidadores mientras están allí” y la mayoría se queda medio sorprendido preguntándose “ya, pero ¿y qué más?”, a lo que siempre respondo algo como “eso es más que suficiente, las personas necesitan un lugar donde los profesionales no les digan todo lo que deben hacer, sino donde les dejen hablar, donde les permitan moverse y estar como desean y puedan”. Cuando digo eso pareciera que reflexionan por unos segundos y dicen “ah, sí, qué importante…”

Ha sido difícil explicar en qué trabajo este último año, porque lo cierto es que Chile no está acostumbrado a un programa en el que no se hacen talleres ni charlas ni actividades para decirles a las familias lo que es correcto que hagan y lo que no es apropiado hacer en tal situación. Las personas en general acostumbran a que los profesionales nos convirtamos en estos seres llenos de sabiduría, inteligencia y experiencia, para resolver como un mago sus inquietudes, problemas o dificultades por las que transitan.

Sin embargo, el equipo con el que trabajamos en este espacio buscamos todo lo contrario, queremos ofrecer un lugar donde las familias puedan ser, donde puedan depositar aquello que traen, donde no reciban instrucciones sobre qué hacer, sino donde ellos puedan pensar aquello que les hace sentido y aquello que no; un lugar en el que puedan conectarse con quiénes son, con su historia y también con los bebés, niños y niñas, que vienen acompañando.

Pero nada de esto podría ser de este modo si no se sustenta en una mirada que implica valorar la humanidad, valorar la individualidad, lo particular, valorar la palabra que bebés, niños, niñas y adultos traen y necesitan, una mirada que rescate el discurso y la historia que las familias vienen, comparten y construyen en un lugar como este. Solo desde aquí es que hayas sentido a trabajar en un espacio de prevención, en que lo más importante no es dirigir, sino que escuchar.

Porque cuando escuchamos estamos prestando atención a lo que el otro puede querer o necesitar decir, cuando estamos disponibles para escuchar, incluso podemos escuchar aquello que el otro está hablando con otras palabras, aquello que le cuesta traer a la conciencia, por una u otra razón; cuando nos preparamos para escuchar y acompañar, podemos apreciar miradas, movimientos y balbuceos de un bebé e intentar comprender qué es lo que desea, necesita o piensa. Cuando el objetivo no es traspasar información acerca de cómo hacer las cosas, entonces hay espacio para escuchar y ver cómo la señora X le enseña a transitar por una pataleta a su hija, y cuando escuchamos y vemos, podemos pensar, podemos invitar a reflexionar, podemos invitar a cuestionar, podemos hacer una invitación a construir algo que a la señora X y a su niña, le hagan sentido; porque no es importante que las cosas le hagan sentido al programa o al profesional, necesariamente, sino que tengan sentido para quienes vivencian tales situaciones, para quienes son dueños de sus propias vidas e historias.

La escucha puede ser prevención porque además le permite al bebé, niño y niña, verse, sentirse y apreciarse como una persona distinta de su cuidador, con un cuerpo independiente que no debería ser tocado por simple antojo del adulto, sino que siempre considerando la necesidad y el deseo de quien es dueño y sujeto de esa corporalidad. Un bebé, niño y niña que se sabe persona digna de respeto, escucha y amor, sin duda que tendrá mejores y mayores recursos con los que enfrentar situaciones que lo violenten física, emocional y psíquicamente.

Podemos disponernos a escuchar a bebés, niñas y niños, por ejemplo, cuando les saludamos en el ascensor, cuando les pedimos disculpas por pasarlos a llevar en medio de la calle, cuando les hablamos directamente, sin necesariamente acudir al adulto que le acompaña como si el niño o niña no pudiera entender, también nos disponemos a escuchar y a verles como personas, cuando saludamos a un bebé y le contamos quiénes somos los que lo estamos tomando en brazos o cuando le explicamos lo que está ocurriendo en ese mismo instante. Tenemos una actitud respetuosa y de escucha activa con bebés, niños y niñas cuando nos disponemos a verlos como seres humanos de palabra, sociables, capaces de entregarnos algo y sobre todo, capaces de recibir aquello que nosotros podamos ofrecerles: palabras, cariño, tiempo, mirada, escucha, juego.

Hay mucho por mejorar y hacer para que hayan menos historias como las de Sophie y Ámbar en Chile y en el mundo, algunos hemos optado por trabajar desde esta vereda, previniendo la violencia y el abuso ofreciendo espacios donde bebés, niños y niñas puedan ser escuchados, mirados y tratados como seres humanos capaces de pensar, sentir y expresar; donde los adultos cuidadores no son entes que deben ajustarse a la norma y seguir un montón de directrices respecto a cómo se hacen las cosas correctamente, sino también donde ellos puedan ser escuchados y donde se les permita pensar y reflexionar para luego actuar con una mayor conciencia.

 

Katerine Silván Fénero

Trabajadora Social

Facilitadora Hepi Crianza La Pintana

Directora de Servicios de Apoyo a la Lactancia Materna de la Corp. La Comunidad de la Leche

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