Cuando uno es mamá primeriza todo da miedo hacerlo mal. Todo es un desafío. En mi caso la lactancia fue uno de los más grandes. Durante el embarazo me informé mucho, y tenía claro que quería dar pecho. No solo porque es el alimento adecuado y más completo, sino por sus miles de beneficios, como el apego y el vínculo. Pero no todo salió como lo esperaba. Una cosa es la expectativa y otra bien distinta es la realidad. Mi realidad era, que a las 3 semanas de vida de mi hija -que nació PEG (Pequeña para su Edad Gestacional) con un peso 2.500 kg- no estaba subiendo bien de peso alimentándose con lactancia materna exclusiva, y empezaba a caer de su “curva”. Y así fue como mi pediatra de esos entonces nos derivó con una Asesora de Lactancia, un término totalmente nuevo para mi.

La primera visita de la asesora fue crítica. Me dijo que tenía que comenzar a complementar con relleno YA porque mi hija iba camino a la desnutrición.  Yo estaba destrozada, con la autoestima en el suelo y muy preocupada. Mi marido salió en ese mismo momento a la farmacia a comprar un tarro de fórmula.  Mientras tanto la asesora me explicaba el panorama: como yo había sido operada de una mamoplastía años atrás, lo más probable era  que nunca iba a poder dar lactancia exclusiva. Debido a la operación, muchos de los conductos mamarios podrían haber sido removidos o cortados, lo que afectaba directamente a la producción de leche. Pero no había que perder las esperanzas, ella sabía de casos similares en que se había logrado aumentar la producción. Tenía un plan. Eso me dejaba un poco más tranquila.

 

Desde ese día comencé a hacer una pega realmente agotadora. Vivía en función de la alimentación de mi hija. Luego de cada toma de ambos pechos, debía ofrecerle el relleno a través de una sonda, que con mucho cuidado pegaba a mi pecho. La idea era que mi hija siguiera succionando el pecho, por un lado para seguir estimulándolo y por otro para que no usara mamadera, ya que cuando la lactancia no está 100% establecida la mamadera puede generar confusión y rechazo del pecho. Terminado el relleno, tenía que ponerme el sacaleches y extraerme leche durante 10 minutos por cada lado. En total, sumando lo que se demoraba tomando, más el tiempo con la sonda, más los 20 minutos de extracción con el sacaleches, me demoraba alrededor de 50 minutos por toma. Considerando que mi hija me pedía leche cada 2 a 3 horas, tenía a penas una hora de “descanso” entre cada toma, en la que además tenía que dejar todo listo para la siguiente: sacaleches lavado, sonda lavada, leche extraída refrigerada, formula preparada, y así. La verdad es que sin ayuda no lo habría logrado. Mi marido y mi suegra fueron vitales en todo el proceso.

 

A la semana de esta nueva rutina, la asesora volvió a vernos a la casa ¡Estábamos progresando! Mi hija había subido de peso. Por fin una buena noticia. El esfuerzo estaba valiendo la pena. Y me sugirió ir un poco más allá: además de hacer todo lo que ya estaba haciendo, agregar una ”extracción poderosa” al día. Esta consistía en que una vez al día, durante una hora completa, me extrajera leche con el sacaleches doble (que me logré conseguir).  Diez minutos y descansar cinco. Luego otros diez más y volver a descansar. Y así hasta completar una hora. No suena tan difícil, pero en la práctica es una hora en que no puedes hacer nada más que estar sentada, quieta, mientras el sacaleches succiona tus pechos. Ni siquiera atender a tu guagua si llora o necesita cambio de pañal. Reitero que sin ayuda esto habría sido imposible.

Franitza suplementando a su bebé

Y así pasé días, semanas, un mes, dos meses. Agotadísima, aburridísima, prácticamente encerrada en la casa en función de dar pecho y hacer extracciones. Pero por otro lado, estaba feliz. Cada vez lograba extraerme más leche. Primero 20 ml, luego 40 ml, luego 60 ml, luego 80 ml. El suplemento que en un principio preparaba con fórmula, ahora estaba dándoselo de leche extraída.  Estaba logrando sustituir la leche de tarro por leche materna.

 

Ya sabiendo que mi producción de leche había aumentado, lentamente empecé a volver a la normalidad, cada vez haciendo menos extracciones. Y como ya mi hija tomaba muy bien del pecho, decidí dejar de usar la sonda y darle el suplemento directamente con mamadera. Mi vida se hizo bastante más fácil. Le daba pecho a demanda y luego de cada toma le ofrecía la mamadera por si había quedado con hambre. A veces se la tomaba, la mayoría de las veces apenas la probaba.

Y así llegamos a los 6 meses y empezamos con la alimentación complementaria. Mi hija comenzó lentamente a comer y yo definitivamente eliminé la mamadera.  Desde ese momento en adelante y hasta el día de hoy (mi hija tiene un año y 8 meses) ella toma lactancia materna más alimentación complementaria. Un final feliz a un proceso largo y agotador.

Cuento la historia de mi lactancia para alentar a las mamás que piensan que por algún motivo no podrán amamantar. Obviamente cada historia es distinta a otra y cada caso se debe valorar individualmente. Pero quizás saber que existen historias de éxito, incluso en casos con mal pronóstico como el de una cirugía mamaria previa, puede ayudar. Se requiere de esfuerzo, dedicación, voluntad, ganas, tiempo y apoyo. Pero se puede. La clave es informarse y, sobre todo, no tener miedo a pedir ayuda. Recomiendo asistir a reuniones de grupos de apoyo a la lactancia (GALM) o asesorarse directamente con una asesora de lactancia, sobre todo cuando uno es primeriza. Esto puede ser clave para que una lactancia se vea interrumpida o continúe en el tiempo. Y sin duda, los beneficios de disfrutar de una lactancia consolidada son infinitos. El esfuerzo lo volvería a hacer una y mil veces.

 

 

Por Franitza Zufic

Periodista y Asesora de Lactancia

 

 

 

 

3 Comentarios. Dejar nuevo

  • Mauricio Flores
    26 septiembre 2017 22:36

    Ejemplarizador testimonio en primera persona. Siempre es bueno empeñar esfuerzos por nuestros hijos. Felicitaciones Franitza por el éxito de tus desvelos.

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  • Uf!!! Grandes sacrificios para una gran lactancia ??

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  • Carolina Cavieres
    3 octubre 2017 06:21

    Me emociona tu historia porque viví algo similar, sólo que favorablemente duró 2 semanas porque mi bebé subió rápidamente de peso. Fue agotador, estresante, pero valió la pena. Sin el apoyo incondicional de mi pareja no lo habría logrado?

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